miércoles, 22 de noviembre de 2017

La Virgen Eterna


CAPÍTULO V

LA VIRGEN ETERNA

El tema de la Virgen y el Niño es inmemorial. Representa para la Humanidad el ideal supremo de la maternidad perfecta, tal como fue materializada por la Virgen María, inmaculada madre de Jesús, el portador de Cristo.
En los albores de la civilización humana, los primeros Templos de Misterios se establecieron en el país de Lemuria. A ellos se condujo a los pioneros de la siguiente raza para entrenarlos, con el fin de que sirvieran de líderes y maestros de sus humanos compañeros. Entre las primeras visiones que se les proporcionaba a estos pioneros para su estudio e interpretación, se encontraba la de la Virgen con el Niño.
Las edades pasaron. Lemuria desapareció y la Atlántida surgió de las aguas.
Los pioneros de una nueva raza fueron conducidos a los Templos de Misterios para darles enseñanza y entrenamiento que los calificasen como líderes y maestros de los menos evolucionados que ellos. Repitiendo la práctica de Lemuria, cuando los manuscritos eternos de la Memoria de la Naturaleza fueron desenrollados ante ellos, una de las primeras imágenes que debieron estudiar e interpretar, fue la de la Virgen con el Niño.
Después llegó el nacimiento de nuestra Quinta Raza Raíz. Durante su desarrollo, los guardianes de la Humanidad han dado a cada nueva civilización una religión, perfectamente adaptada al desarrollo de ese pueblo y al cumplimiento de su misión como factor de la evolución humana. Todas y cada una de las religiones mundiales han sido bendecidas por una Alta Iniciada Femenina que ha tenido el privilegio de ser la Madre Inmaculada del iluminado Ser que vino como indicador del camino a la raza en cuestión. La última de dichas religiones, la culminación de todas, alboreó con la llegada de Cristo. A esta encarnación debemos la encarnación del más glorioso Maestro Iniciado nunca venido a la Tierra en cuerpo femenino:
María de Belén, madre de Jesucristo.
Fue ese mismo modelo eterno de Virgen el que San Juan vio en el Registro Akásico durante su sublime visión y que describió como una mujer vestida con el sol, los pies sobre la luna y coronada con la gloria de doce estrellas, expresión de la comunión consciente con las doce Jerarquías zodiacales: Piscis, hogar de los Maestros de la Tierra, que ahora retornan como Señores de la Compasión, que ellos administran a la Humanidad y que la eleva; Acuario, hogar de los ángeles; Capricornio, hogar de los arcángeles; Sagitario, de los Señores de la Mente; Escorpio, de los Señores de la Forma; Libra, de los Señores de la Individualidad; Virgo, de los Señores de la Sabiduría; Leo, de los Señores de la Llama (Luz y Amor).
Quedan aquí enumeradas ocho de las doce Jerarquías. Durante la época del solsticio de invierno o Navidad, estas Jerarquías impregnan la Tierra con las armonías de coros celestiales. Las cuatro restantes Jerarquías están tan elevadas que su música puede ser oída solamente por los Maestros de la Tierra. Son: Cáncer, hogar de los Querubines; Géminis, hogar de los Serafines; Tauro y Aries, ambas tan exaltadas que sus nombres hace tiempo que se perdieron de la memoria humana. Se sabe, sin embargo, que Tauro mantiene el modelo cósmico de toda forma terrestre, mientras que Aries, una Jerarquía ígnea, mantiene el secreto de la vida misma. Todas las religiones conservan, por lo menos, un fragmento de esta verdad, puesto que el fuego es simbólico de la Deidad en todas las creencias del mundo.
El Antiguo Testamento enseñaba a su pueblo a caminar hacia la Tierra Prometida bajo la guía de una columna de nube durante el día, y una columna de fuego por la noche. En el Nuevo Testamento, Cristo, supremo Maestro del mundo, vino declarando: "Yo soy la Luz del mundo".
Hay un profundo significado en el hecho de que el tema inmemorial de la Virgen con el Niño haya permanecido a lo largo de todo el desarrollo de la raza humana. Es la imagen arquetípica del futuro desarrollo espiritual de la Humanidad, ya que simboliza el nacimiento de la conciencia crística dentro del hombre mismo.
Lo femenino representa un alma despertada e iluminada; y la conciencia crística sólo puede nacer en un alma de tales características.
Para el hombre moderno, por lo tanto, el verdadero significado de la época de Navidad consiste en el nacimiento, dentro de sí mismo, de la conciencia crística. Éste es el mayor regalo de Dios a la Humanidad durante ese tiempo. Así, en la Santa Noche de Navidad, el aspirante confirma su consagración a amar y servir de modo más completo a todos los que encuentre en su vida diaria, porque de esa manera recibirá, de modo creciente, la Luz de Cristo dentro de sí mismo. Hasta que ese nacimiento no tenga lugar en su interior, no podrá conocer los profundos gozos de una verdadera Navidad espiritual.
Hemos dicho que, tanto en los Templos Iniciatorios de Lemuria como en los de la Atlántida, la conciencia de los candidatos era elevada para que pudiesen estudiar los Registros Akásicos y que allí veían la gloriosa misión de la Madre y el Niño. En aquellos lejanos días, la curación constituía una parte importante de la religión del pueblo; su ciencia y su arte eran ciencia religiosa y arte religioso. Cada templo tenía su propio santuario para las curaciones. Allí se hacía proyectar a los pacientes su conciencia hacia la Memoria de la Naturaleza y, con ello, recibir las fuerzas curativas emanadas de la sagrada figura de la Divina Madre.
Hemos dicho también que, tras la muerte de esos prehistóricos continentes y la diferenciación de la Humanidad en razas y naciones, fue enviado a éstas, periódicamente, un alto iniciado en forma femenina, el cual debía convertirse en la madre del Maestro de aquella era. En todos los casos ha habido un nacimiento santo precedido de una anunciación angélica y una concepción inmaculada (no una concepción milagrosa, nótese esto).
El Maestro femenino para Egipto llevó el nombre de Isis y dio nacimiento, el 25 de diciembre, culminación del período del Solsticio, al sagrado bebé Horus. El solsticio de invierno se celebraba en Egipto con majestuosas procesiones y vívidas pompas, rindiendo complicado homenaje a la divina Madre Isis y a su recién nacido hijo Horus. Los mystae emergían de un relicario secreto, cantando: "La Virgen ha parido. La Luz está creciendo".
Rama, de la India, uno de los primeros mensajeros Avatares de la Humanidad, recibió su iluminación la noche del solsticio de invierno y, mediante su poder, curó a todo el que acudió a él. Creó ceremonias sagradas en conmemoración de este santificado período, que él denominó "Noche Santa". La fecha de la encarnación de Rama se ha perdido en la niebla de la aurora de la civilización.
Krisna, frecuentemente denominado el Cristo de la India, nació, como Jesús, en un ambiente tosco y humilde. Su nacimiento tuvo lugar mientras su madre y su padre adoptivo realizaban un viaje místico hacia las colinas. Es interesante resaltar que, en lugar de pastores de ovejas, fueron pastores de vacas los que llegaron a la cueva a adorar al niño. Esta religión fue inaugurada cuando el sol, por precesión, estaba en Tauro, signo del Toro. Por eso en aquel tiempo las vacas se consideraban como animal sagrado, cosa que se ha prolongado en la India hasta nuestros días.
La Noche Santa era saludada en Grecia con cánticos acompañados de flautas.
Cuando el gallo cantaba, los neófitos, portando antorchas encendidas, descendían a una capilla subterránea donde rendían homenaje a la imagen de un niño que llevaba sobre la frente, las manos, las rodillas y los pies una brillante cruz de oro. El niño era conducido en procesión siete veces alrededor del templo oculto, siendo luego devuelto al santuario subterráneo con el acompañamiento de un coro triunfal que cantaba: "En este momento Kore (la Virgen) ha dado a luz a Eón (la nueva edad o año)".
El solsticio de invierno se celebraba en Roma bajo el nombre de Fiestas Saturnales (de Saturno, cuya influencia predomina cuando el sol pasa por Capricornio). Este festival conmemoraba el matrimonio de Cibeles (la Tierra) y Atis (el Sol). Su salida ceremonial de la cámara nupcial representaba el nuevo nacimiento (iniciación) del místico, del santuario subterráneo de la Diosa Madre. Y tenía lugar entre el regocijo de los amigos y compañeros que habían pasado ya una experiencia similar.Cuando el santo nacimiento tuvo lugar en Palestina, el sol había pasado, por precesión, de Tauro a Aries, el signo del Cordero. De ahí que fueran pastores de ovejas los que adoraran al Niño Jesús. Es interesante también hacer notar que, mientras el sol estuvo, por precesión, en Tauro, un signo femenino, la adoración de una diosa fue capital. Cuando el sol precedió hacia Aries, un signo masculino,
prevaleció la adoración de una deidad masculina (los estudiantes tendrán in mente que, de lo que aquí se habla es de la posición del sol en primavera, cuando cruza el ecuador celeste. Este punto de cruce del equinoccio primaveral, parece retroceder a través de las constelaciones, a razón de un grado cada setenta y dos años aproximadamente. Y lo mismo los otros tres puntos del circuito solar: El solsticio de verano, el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. En los equinoccios, el sol cruza el ecuador celeste, pero en los solsticios parece permanecer quieto antes de redirigir su curso hacia el norte o hacia el sur, según el caso).
En la próxima Edad Acuaria, cuando el equinoccio vernal ocurra en Acuario, no dominará ni lo masculino ni lo femenino. Recibirán idéntico reconocimiento, tanto en los asuntos materiales como en los espirituales.
Mitra, el santo de Persia, nació también el 25 de diciembre. Igualmente recibió el homenaje y los regalos de hombres sabios que profetizaron su glorioso destino en servicio de su pueblo.
Los escandinavos tenían un ceremonial muy hermoso para adorar al dios del sol, Baldur, cuya madre era la virgen Friga o Freya. Este santo nacimiento tenía lugar también en la culminación del solsticio de invierno.
En Méjico, el gran dios Quetzalcoatl nacía de una iniciada virgen que era denominada la Reina de los Cielos. En su historia figuran, tanto una anunciación como una concepción inmaculada.
Esta suprema Diosa Madre, adorada por todo el universo, es el gran e ilustre Ser que dirige la Jerarquía de Virgo, los Señores de la Sabiduría. Todas las vírgenes iniciadas realizan su entrenamiento y preparación bajo la supervisión de esta Madre Celestial. A Palestina vino la más exaltada de todas ellas, María de Belén, madre de Jesús. Ella fue más que ninguna otra ha sido jamás en el mundo: Fue y es un gran Maestro Espiritual que legó a su hijo las riquezas de su profunda sabiduría.
La misa crística de los primeros cristianos se celebraba la Noche Santa del solsticio de invierno, cuando Jesús, Señor del amor, descendió a la Tierra para traer al hombre los nuevos Misterios Crísticos en los que le enseña cómo desarrollar en su interior el Árbol Viviente de Luz. Aprende el hombre así a imprimir en su propio cuerpo, mediante el amor y el servicio, los símbolos de oro del sagrado Niño. San Pablo, uno de los primeros aspirantes que siguió los pasos de su Maestro, proclamó esta verdad a sus propios discípulos cuando dijo: "Llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Pablo no se refería aquí a heridas ni a marcas infligidas por sus perseguidores sobre su cuerpo físico, como la iglesia ortodoxa interpreta, sino que se refería a las glorias de la estrella de fuego crística, que llameaba dentro de él y brillaba con tal refulgencia que, durante algún tiempo, estuvo ciego como consecuencia de su resplandor. Fue esta estrella crística, hecha brotar en él por Cristo, y nacida cuando iba camino de Damasco, la que más tarde describió como
"cuerpo celestial". Es siempre este cuerpo-estrella, este cuerpo celestial, el que lleva las marcas de Cristo que, algunas veces, se sobreponen al "cuerpo terrestre" en una estigmatización visible para todos.
Paracelso dice que todas las constelaciones del cielo se encuentran dentro del hombre. "El sol es la cabeza", escribe, "y los otros planetas del sistema solar están dentro del cerebro".
Durante la Noche Santa, las puertas del Templo están abiertas, las luces del altar, resplandecientes, y se escucha el himno de Capricornio en medio del repiqueteo de las campanas de Navidad, sonando desde el plano de la paz. Entonces, el neófito, que ha sido considerado "digno y bien calificado" a causa de haber nacido Cristo en él, aprende el verdadero significado de la Misa Crística, la Fiesta de la Luz.
Para los sensitivos, el período de Navidad se caracteriza por una profunda tranquilidad interior, como si todo el mundo estuviese envuelto en la luz blanca de una gran bendición. Y esto es lo que realmente ocurre en esta estación, la más bendita del año: Las corrientes de deseos de la Tierra son acalladas, y las fuerzas espirituales se hacen crecer de modo arrollador. Es como si el cielo se inclinase hacia abajo y la Tierra se elevase; un sendero de luz conecta a los dos y, sobre él, los ángeles y arcángeles desfilan en brillantes formaciones de luminoso esplendor, cantando en tonos jubilosos: "Paz en la tierra, y buena voluntad hacia los hombres".
Cuando estas fuerzas celestiales barren la Tierra, toman la forma de remolinos de simétrica belleza que adoptan la semejanza de la Virgen y el Niño. A lo largo de los mundos etéricos, en la Memoria de la Naturaleza, está impresa la más sagrada marca de la Tierra: La Estrella de Oro y la Madre con el Niño.
Varios siglos después de Cristo vinieron a la Tierra Maestros artistas para perpetuar el significado y el propósito de la Virgen Ideal, tal como se visualiza en los planos internos durante el período entre encarnaciones. Uno de ellos fue Correggio, cuyo estudio era un santuario y aseguraba que, cuando estaba trabajando en un lienzo de la Virgen, estaba simbólica y realmente de rodillas. De tal santidad era la atmósfera de su estudio que ha sido descrito poéticamente como repleto de la pureza de niños en oración.
Fra Angélico fue otro de esos pintores divinamente iluminados. Se ha dicho de él que vivía, medio en el mundo de los ángeles y medio en el de los hombres. Hay leyendas que aseguran que los ángeles posaban frecuentemente para él. La exquisita calidad espiritual de sus Vírgenes y ángeles parecen confirmar este aserto. Sus figuras eran más etéricas que físicas, más divinas que humanas.
Pero estaba reservado a Rafael el proyectar en su máxima perfección y con su máximo poder espiritual el ideal de la gloriosa Virgen. Rafael fue el emisario de una gran fraternidad mística y creó su obra de acuerdo con lo que veía en los Registros Akásicos. Su famosa Virgen Sixtina, que muchos críticos han considerado como la más grande pintura del mundo, se ha usado en las escuelas de cristianismo esotérico como tema de meditación. El eminente ocultista Rudolf Steiner recomendaba a sus discípulos meditar sobre esta famosa pintura, asegurando que ejercía un efecto curativo sobre el observador y que era, aún actualmente, un medio de curación espiritual. Decía que, cuando el cuadro se contempla y se estudia de ese modo, produce un efecto retardado sobre el alma humana ya que esa alma soñará durante la noche en la imagen de la Virgen y recibirá así, aún hoy en día, un verdadero impulso curativo.
"En Cristo Jesús - escribe el Dr. Steiner - tenemos el gran ejemplo de lo que debería nacer en el alma humana. Esta alma humana, fecundada desde fuera del universo espiritual, está representada simbólicamente por la Virgen". Ésta es, además, "una imagen del alma humana nacida fuera del Universo Espiritual, que puede poseer el poder interno de la visión, y que origina un nacimiento espiritual, el nacimiento del hombre superior dentro del hombre terrenal". Se nos ha dicho que, de ese modo, se puede contemplar "la actividad creadora del mundo producida de nuevo".
Otra apreciación del significado espiritual impartido por Rafael a su Virgen Sixtina, apareció en un artículo de Violet Plincke, publicado en el Anthroposophical del trimestre correspondiente a la Navidad de 1929. El él escribía:
El misterio de María, portadora de todo lo que el alma puede tener de inmaculada e ilimitada, y el Niño Jesús, vaso del poder solar de Cristo y arquetipo del eterno Niño Interno del hombre, el Ego, se revela en esta pintura y se graba de tal modo en el corazón de cada hombre que éste tiene que forjar una nueva clave para descifrar la herencia legada por Rafael. Se ha publicado recientemente un librito que expone la influencia de la Virgen Sixtina a través de los tiempos, relatando, una a una, las experiencias de los hombres que, mientras estaban ante el cuadro, comprobaron que su contemplación marcaba un hito en su vida... María-Sofía, tocada con el manto azul de la entrega y el vestido rojo del amor, desea renacer en el hombre aspirante de hoy. Y en sus manos sostiene al radiante Niño YO SOY, el legislador interno. Así podemos comprender el sentido de las palabras de Rudolf Steiner cuando decía que, verdaderamente, el mayor problema de la Humanidad se
nos hace patente en la figura de la Virgen".
El arcángel Gabriel y sus huestes son los guardianes de todas las madres y futuras madres, y de sus recién nacidos, tanto en el reino humano como en el reino animal. Él fue el compañero y maestro de la bienaventurada María a lo largo de los años de su vida en este Planeta. Y es eminentemente significativo, por tanto, que Gabriel sea el guardián de las fuerzas de la naturaleza durante el intervalo entre el 21 de diciembre y el 21 de marzo, puesto que éste es el período en el que las corrientes, recién nacidas, se hacen activas y llenan los planos internos con su vibración y poder. Hacia el final de este intervalo, pasan a la manifestación en el plano físico, en forma de una oleada de impregnadora belleza, que el hombre llama primavera.
Cada año, en la época de Navidad, huestes de ángeles y arcángeles, bajo la dirección de Gabriel, proyectan sobre el mundo el arquetipo de la Virgen Eterna. La Humanidad, intuitivamente, es consciente del poder que irradia este arquetipo y, por ello, el tema principal de devoción en Navidad es el de la Madre y el Niño. La más hermosa música navideña se inspira en la Virgen y el Sagrado Infante.
Es éste el tiempo más apropiado del año para atravesar los portales de la Iniciación, cuando es posible elevarse a planos más altos y acompañar a los coros celestiales. Afortunado aquél cuya estrella-llamada le anuncia en este tiempo que su peregrinaje terreno ha terminado y está liberado para pasar a una vida más grande, a través de lo que se llama muerte. Entonces realiza su ascenso hacia las armonías de coros trascendentes. Hay una estrecha afinidad entre Iniciación y muerte, consistiendo la diferencia principal en que, con la muerte se deja el vehículo físico permanentemente, mientras que con la Iniciación, se abandona sólo temporalmente, mientras se trabaja en los planos internos y, cuando este trabajo termina, se reintegra uno a la vestidura terrena, con el fin de reasumir los deberes de la vida diaria.
San Pablo nos dice que el último enemigo a vencer es la muerte. La Iniciación posee la clave de esta afirmación, puesto que la muerte es "superada" por el desarrollo de la conciencia del Iniciado. La Iniciación es la llave de la vida eterna. Y es por medio de la Iniciación como el hombre puede llegar a conocer el milagro y la gloria de la Virgen Eterna.

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EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
Corinne Heline

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