viernes, 23 de marzo de 2012

EL CRISTO CÓSMICO Y EL CRISTO PLANETARIO - CAPÍTULO XI:





CAPÍTULO XI:
EL CRISTO CÓSMICO Y EL CRISTO PLANETARIO


La Biblia es uno de los mayores libros de misterios de todos los
tiempos. Muy pocos conciben sus infinitas profundidades. Cristo le dijo a la multitud inobservante: “Para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan” (Marco 4:12).

De los miles de libros que se han escrito acerca de la vida de
Cristo, no hay más que dos o tres que mencionan los misterios más
profundos relacionados con Él, es decir, el Misterio del Cristo en el
cosmos. Seguramente no fue esencial que hasta nuestro tiempo
presente este Misterio sea enseñado abiertamente.

Hoy en día ingresamos en la Era Espacial y el Cristo Cósmico
será la figura central de la religión de la Era de Acuario venidera.
Somos privilegiados en comenzar aquí y ahora los estudios de esas
verdades cósmicas profundas, preparándonos para ser los pioneros
de la Era que pronto alboreará y debemos aceptar nuestras
responsabilidades personales. Estas son las responsabilidades del
Discípulo de la Nueva Era que es enseñado por el Cristo Ascendido o por Sus emisarios.

Al indagar el Camino de Cristo a través de las estrellas nos
esforzaremos por consiguiente y al mismo tiempo en investigar los
patrones del discipulado de la Nueva Era, “el Reavivamiento” de aquel que aprende a caminar en la misma vía de Luz que Cristo recorrió y cuyo Propósito mostró a aquellos que vendrán después de Él.

El Misterio de Cristo es tan sublime y de tal alcance en su
importancia que trasciende cualquier definición humana. Sus
significados son tan profundos que nunca podrán ser sopesados o
expresados en simples palabras; solo pueden ser sentidos en el
silencio de la contemplación espiritual.

En el CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS, Max Heindel
indica que:

“En el primer capítulo de San Juan este gran ser es llamado Dios. De este Ser Supremo emanó la Palabra, el Fíat Creador ‘sin el que no se hace nada’, y esta Palabra es el bien amado Hijo, nacido de su Padre (el Ser Supremo) antes que todos los mundos; pero positivamente NO es Cristo”

Aquí Max Heindel hace una distinción entre el Cristo Cósmico en sus aspectos planetarios e históricos; y continúa:

“Grande y Glorioso como es Cristo”, elevándose inmensamente sobre la mera naturaleza humana, no es este Exaltado Ser; Ciertamente ‘la Palabra se hizo carne’ pero no en el sentido limitado de la carne de un cuerpo, sino la carne de todo lo que es, en éste y en millones de otros sistemas solares”.

El Padre canaliza el principio de voluntad, el Cristo el principio
de amor y sabiduría, el Espíritu Santo el principio de actividad y este último imbuye literalmente formas con vida. El Espíritu Santo trabaja con el principio de la vida que está presente en toda la creación; y es el guardián de la fuerza sagrada, el principio creativo de Dios. Por tanto, cada cosa viviente se encuentra bajo su tutelaje. Dios crea y Cristo manifiesta, mientras el Espíritu Santo activa las formas. La diferencia entre el Cristo Terreno y el Cristo Cósmico se vislumbra mejor mediante una ilustración. Imaginemos una lámpara en el centro de una gran esfera hueca de metal pulido. La lámpara enviará rayos de sí misma hacia todos los puntos de la esfera y reflejará lámparas en todos los diferentes sitios. Así el Cristo Cósmico – el más alto Iniciado del Periodo Solar – emite Sus rayos.

El Sol de nuestro sistema planetario es triple. Podemos ver el
exterior, el Sol físico. A más de ello, o escondido en aquel, está el Sol espiritual de donde viene el impulso del Espíritu del Cristo Cósmico. Fuera de los otros dos está lo que llamamos Vulcano, no un planeta, el que puede solamente verse como un medio globo. En ocultismo decimos que es el cuerpo del Padre. Cuando nos habíamos desarrollado a tal punto que el Cristo vino y encarnó aquí sobre la Tierra, entonces un rayo del Cristo Cósmico llegó aquí y encarnó en el cuerpo de nuestro Hermano Mayor Jesús. Luego del sacrificio en el Gólgota se remitió a sí mismo dentro de la Tierra y se convirtió en su Espíritu Interno Planetario.

*



EL CRISTO PLANETARIO

El Cristo planetario es un Arcángel glorioso, supremo entre las
huestes arcangélicas. La Jerarquía de Capricornio es la morada de los Arcángeles. Pero durante el tiempo de su misión en este planeta,
Cristo y sus legiones administrativas hacen su hogar en la cubierta
espiritual del Sol – pues cada cuerpo celestial tiene una envoltura
espiritual que se extiende en el espacio más allá de su forma visible.
De similar manera cada ser humano tiene una extensión espiritual que se extiende sobre su vehículo físico.

Desde el mismo comienzo de la civilización las religiones más
primitivas han rendido homenaje a este Gran Ser que mora en el Sol. Los Altos Sacerdotes de los Templos de Misterios enseñaron a sus discípulos más avanzados la verdad relacionada con este excelso Ser Solar y ansiaban ese momento en que Él descendería a la Tierra y se convertiría en le Redentor del mundo. Aquellos que eran clarividentes podían ver al Señor Solar, ese gran Ser al que rendían homenaje y que mora en el Sol y de que sabían entonces que Su encarnación humana era inminente. De nación en nación, de profeta a maestro, de maestro a instructor, de instructor a discípulo, se pasaban las buenas nuevas que el Maestro Bendito, aquel que iba a ser el Redentor del mundo ya estaba cercano a la Tierra.

Cuando se habla de la elevación espiritual en los espacios
internos, se debe entender que “hacia arriba” y “hacia adentro” son
virtualmente sinónimos, sin embargo y al mismo tiempo para la visión del clarividente la Gloria de Cristo tiene realmente la apariencia de “surgimiento” ascendente al Sol desde la superficie de la Tierra. Como el divino Hermes del antiguo Egipto decía: “Como es arriba, así es abajo”.

También se sigue el Camino del Discipulado desde lo exterior a
lo interior, lo cual es también ascendente. Max Heindel comparó este Camino como un campanario de una iglesia que se vuelve más y más empinado hasta que no queda nada a qué aferrarse excepto la cruz. Una analogía muy apropiada. El Cristo dijo: “Si cualquier hombre quiere llegar hacia mí, entonces niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.

La cruz de la renunciación simbolizada en la Cuaresma y en el
periodo Pascual, debe ser aceptada por cada discípulo sincero que
se esfuerza en recorrer el Camino de la Santidad. Su cuerpo alma
nunca puede ser construido hasta que logre el dominio sobre si
mismo y esté deseoso de privarse de los así llamados placeres del
denominado mundo sensorial. Los poderes del alma conseguidos por la auto conquista le facilitan al iluminado intercambiar la cruz por una corona.

La cruz de la renunciación simbolizada en la Cuaresma y en el
Tiempo Pascual, debe ser aceptada por cada discípulo sincero que se esfuerza en recorrer el Camino de la Santidad. Su cuerpo alma nunca puede ser construido hasta que logre el dominio sobre sí mismo y esté deseoso de privarse de los así llamados placeres del denominado mundo sensorial. Los poderes del alma obtenidos por la conquista propia le facilitan al iluminado intercambiar la cruz por una corona.

Se dice que la constelación de Piscis será el hogar de la raza
humana cuando todos sus miembros se hayan perfeccionado. A
Piscis se le llama la constelación de la raza humana, como Acuario es la de los Ángeles. Los que siguen a Cristo hasta la última meta,
terminan su ciclo de encarnaciones mortales; ellos se liberan de la
rueda del nacimiento y de la muerte. “No salen más” y es entonces
que como seres espirituales, por así decirlo, se acumulan alrededor
de las estrellas de la constelación de Piscis.

Sus deudas kármicas se pagan y sus ataduras terrenales son
desasidas. Son conocidos como los Compasivos, los Hermanos
Mayores de de la especie que ya no necesitan lecciones terrenales.
Están permitidos de pasar a una existencia enaltecida en la
constelación de Piscis. Sin embargo estos seres grandiosos pueden
regresar por su voluntad y en obediencia al precepto de que aquel que más ama, sirve mejor, usualmente abandonan las aventuradas
circunstancias de ese plano divino con el objeto de servir a los
miembros menos avanzados de la raza humana que todavía siguen
luchando en los afanes de sus karmas personales. Obediencia,
humildad y servicio son las notas claves de sus vidas.

Dicha renunciación se ilustra en la vida de María de Belén, que
habiendo aprendido todas las lecciones terrenas y habiendo sido
exaltada para reinar con los Ángeles, regresó a este planeta para
enseñar a la humanidad uno de los misterios supremos de los cielos,
aquel de la Inmaculada Concepción. Convencida de que iba a ser
malentendida, perseguida y denigrada, sin embargo persistió, para
que pudiese ser para la humanidad un Ejemplo tan cerca de la
divinidad, que actualmente después de casi dos mil años transcurridos, es apenas comprendido por unos pocos y permanece enteramente desconocido para las masas. Al trabajar bajo la ley del servicio, ella descendió a la mortalidad diciendo: “Sea según vuestra palabra” Al hombre perfecto le espera tan alto estado de realización espiritual construido sobre sacrificio, humildad de espíritu y en perfecta armonía con la ley de la obediencia.

El aspirante que reflexiona seriamente en el significado de los
doce signos zodiacales que involucran nuestro cosmos más cercano,
hace bien en correlacionar la meditación de Piscis con las
experiencias de los Doce Inmortales durante la estación que precede a la “crucifixión” anual del Cristo. Mientras el dolor y el pesar del Gólgota son devorados por la dorada gloria del amanecer de la Semana Santa, el discípulo que ha vencido a su personalidad y que camina hasta el final en el Sendero de la Santidad a través de Piscis, descubrirá que ha cambiado su cruz por la dorada majestad del “traje de bodas” en el cual funciona, libre y triunfante con el Cristo Resurgido.

Parece ser que ha habido un cierto adelanto en la historia de la
humanidad desde el Sacrificio de Cristo en el Gólgota, pero ésta es la Era de Piscis que, como se ha dicho, es el signo de estabilización de las deudas del karma. Las deudas que tienen hombre con el hombre y nación con nación, están siendo liquidadas ahora y a medida que esta Vieja Era de Piscis desaparezca en el tiempo y tome su lugar la Nueva Era de Acuario, se conseguirá la armonía global, con un gobierno mundial de naciones, inmerso en paz y hermandad, ya que Acuario es el signo del Hijo del Hombre.

Los agentes verdaderos de la salvación de la Tierra no fueron
las gotas físicas de sangre que se derramaron en el Monte de la
Crucifixión. Son las por siempre redentoras ígneas alas de luz y de
poder, que son la Gloria de Cristo, abatiéndose en y a través del
planeta. La luz arcangélica es verdaderamente Su Sangre, y es ésta
la que salva.

Ahora cada año a medida que el Rayo del Cristo
resplandeciente asciende una vez más desde el corazón de la Tierra,
su elevación se siente en la Naturaleza como una fuerza atractiva y
cuando ha alcanzado cierta altura, sus fuerzas se centran otra vez en el mundo del deseo planetario. Las arrebatadoras emociones de la humanidad son actualmente un campo especial de Su Ministerio y durante el Tiempo Pascual la humanidad siente que una magna
tranquilidad se derrama en su alma desde una fuente desconocida.
Por medio de este poder intensificado cada año, lenta pero
seguramente, la humanidad se convertirá en un Cristo en potencia.

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