jueves, 21 de octubre de 2010

ORÍGENES CRISTIANOS MÚSICA CRISTIANA PRIMITIVA


CAPÍTULO IV

ORÍGENES CRISTIANOS
MÚSICA CRISTIANA PRIMITIVA

Mas Dios tiene algo de nosotros y nos habla al oído;
El resto puede razonar y recibir con agrado: lo que nosotros los músicos
sabemos.

Abt Vogler por Robert Browning

Era costumbre, en algunas ocasiones, bailar alrededor de los altares
mientras ellos cantaban los himnos sagrados, que consistían de tres
estancias o partes. La primera de la cual, llamada estrofa, se cantaba
yendo de este a oeste; la otra llamada antistrofa, retornando de oeste a
este. Luego permanecían delante del altar, y cantaban el epodo, que era
la última parte de la canción.

Arzobispo John Potter

Cuando el impulso de Cristo se centró en el globo terráqueo hace dos mil
años agregó alas al espíritu de la música. Se impregnó, entonces, con un
ritmo fresco y más noble que aun no llega a la madurez, pero que
alcanzará una gloriosa culminación durante la Era Acuariana.

“Las Nuevas Canciones” de la primitiva iglesia Cristiana estaban en
armonía con las cadencias de aleluya que presagiaban un mundo
redimido y una humanidad emancipada. Tal es el ritmo de la canción del
Cristo Planetario que suena continuamente en todos los reinos de la tierra.
Mucha de la música usada en la comunidad Cristiana de ese período
estaba en sintonía con algún alto evento espiritual, así el impacto de estos
acontecimientos se diseminó muchas veces.

El Maestro enseñó a Sus discípulos el significado esotérico y propósito del
sonido y ritmo. Su más profunda enseñanza, entregada en la Última Cena,
culminaba con un Glorioso Himno de Iniciación tal como al que se refiere
San Pablo en Primera de Corintios 14:15 “¿Qué, pues? Oraré con el espíritu,
pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero
cantaré también con el entendimiento”.

Philo se refiere a las vigilias nocturnas de los primeros santos Cristianos o
Iniciados, numerados entre sus Terapeutas, como sigue: “Después de la
cena comenzaron sus cánticos sagrados. Cuando todos se habían
levantado seleccionaron del resto dos coros, uno de hombres y uno de
mujeres, y de cada uno de éstos una persona de forma majestuosa y bien
instruida en música para conducir la banda. Cantaron himnos en honor de
Dios, compuestos de diferentes compases y modulaciones, ahora
cantando juntos y luego contestándose unos a otros por turno”.

En esta ceremonia musical observamos la influencia del ritual plano-interno
de Templo. Muchos discípulos de las Escuelas de Misterio han devuelto a la
conciencia en vigilia, usualmente en esa mística hora justo antes del alba,
un recuerdo de los ceremoniales de Templo en que el rítmico sonsonete
empujaba al alma hasta sus profundidades. La combinación de lo
masculino y femenino en sonido refleja la mezcla de las fuerzas positivas y
negativas para el cumplimiento del trabajo iniciático definido sobre el
cuerpo de un aspirante o sobre la cubierta psíquica del planeta tierra. Las
pulsaciones del ritmo son acompañadas por un complejo patrón de sonido
que en efecto se hacen visibles a la visión espiritual como estructuras
etéreas, más o menos permanentes según la duración de los tonos que las
crean. Estas son experimentadas por el despertado como un templo real
cuyos muros son la armonía vibrando en una nota clave distante. En la
arquitectura estos sutiles ritmos se hacen visibles en líneas y espiras
masculinas y en arcos y cúpulas femeninas, rasgos característicos de
algunas de las más hermosas catedrales. Fue San Ignacio, discípulo de San
Juan, quien introdujo el Ritual de Música en las iglesias de su tiempo,
proclamando que éste era el verdadero método angelical para alabar a
Dios en canción.

A Clemente de Alejandría, famoso líder de la Escuela Cristiana en Egipto
de la cual se dice fue fundada por San Marcos, se le atribuye el más
antiguo texto de himnos Cristianos conocido, el Himno del Salvador. El
igualmente famoso discípulo de Clemente, Orígenes, describió en
hermosas simbología los efectos de los varios instrumentos musicales. La
trompeta, dijo, representa el Verbo (poder de entonación); el tambor es
eficaz en la destrucción de las bajas pasiones (se correlaciona con el
cuerpo de deseos del hombre que está poderosamente influenciado por
el ritmo tanto para el bien como para el mal); los instrumentos de cuerda
vociferan el clamor de la fervorosa alma enamorada de Cristo.

Estamos en deuda con Eusebio, Obispo de Cesárea en Palestina del norte,
por el más detallado relato sobre la vida y costumbres de los Terapeutas
de Egipto, que corresponden a los Esenios de Palestina entre los que
estaban numerados José, María y Jesús. Eusebio establece que en las
asambleas de los Terapeutas no se recitaban los Salmos sino que se
cantaban en ciertos melodiosos tonos. San Basilio, su sucesor, compuso la
liturgia que lleva su nombre y todavía se usa en las iglesias de Este.
Fue San Ambrosio quien se dice introdujo en la Iglesia la escala diatónica
de Pitágoras. Pitágoras ha sido llamado el padre de la música occidental,
y él fue el primero en asociar los números (vibración) con la música. El
canto ambrosiano es un notable ejemplo de la música considerada
esencial por la Escuela de Iniciación Cristiana. El himno angelical, Gloria en
Excelsis Deo, era el canto por el cual un neófito se elevaba en comunión
con los seres angelicales. Doscientos años después de Ambrosio (Obispo
de Milán 378-394 D.C.), San Gregorio dio nombre alfabético a los tonos de
la escala, a saber A,B,C,D,E,F y G.

El primer objetivo de toda música iniciática en los Templos de la
antigüedad era efectuar purificación física, y renovación, cuidado y
estimulación mental, iluminación y regocijo espiritual. Esta será una vez más
la gloriosa misión de la música y los músicos, en la venidera Nueva Era.

En 590 D.C., en el mismo siglo de apertura de la Era Pisciana, el Papa
Gregorio cambió los ritmos iniciales de la música Cristiana iniciática. En esa
época la Iglesia se hacía cada vez más insensible a las efusiones
espirituales que Cristo había liberado sobre la tierra, y que había inspirado
e iluminado a los primeros Cristianos. Se necesitaba un cambio en la
música para encontrar esta tendencia negativa. Desde entonces el Canto
Gregoriano ha sido la base de la música religiosa en el Mundo de
Occidente. Bach, Mozart y otros grandes maestros de la música
conservaron los lineamientos Gregorianos. Mientras el canto de Gregorio
aún vive, su ritual de música iniciática se ha perdido por el posterior
descenso de la Iglesia en el materialismo.

En 596 D.C. Gregorio envió a San Agustín a enseñar las matemáticas de
Saxon, astronomía y música “a la manera de la Iglesia primitiva”. San
Agustín estaba profundamente impregnado en la música de los bárbaros
que, para su oído, poseía una belleza sobrenatural – una insinuación de la
gran música destinada a aparecer más tarde en Europa del Norte.

Con anterioridad se ha hecho mención de la correlación entre los
instrumentos de siete cuerdas y los siete planetas, los siete centros
corporales del hombre, y así sucesivamente. Ellos tienen una correlación
similar con las siete vocales del alfabeto. Cualquiera que explore la historia
de la música se acercaría a la verdad oculta suponiendo que en esto
hallara el origen de los cantos Cristianos. Según la tradición hebrea, las
vocales eran demasiado sagradas para ser confiadas a la escritura. Como
el alfabeto Fenicio, transmitido a los griegos por el legendario Cadmus, el
alfabeto hebreo carecía de vocales.

En la India las siete vocales son reconocidas como las siete fases de
Brahma mientras las otras letras del alfabeto son consideradas como
representativas de las fuerzas desde las cuales emanaba el universo. Los
hindúes también comprenden la importancia de los sonidos vocales en el
desarrollo esotérico. Sus mantras sagrados están entre los más claros
ejemplos de lo que nosotros podemos llamar verso mágico. Similarmente,
la Palabra Perdida del Antiguo Testamento de los hebreos, que es el
Nombre de Dios, consistía del canto de una serie de sonidos vocales en un
orden especial, como es sabido también se hizo en los Templos de Egipto.

Las Escrituras hebreas están llenas de mantras sagrados que no se
reconocen, con frecuencia, como tales.

Cada Escuela de Misterios tiene su propio método de desarrollo ajustado a
las necesidades de las almas confiadas a su cuidado. Aunque todas las
Escuelas se centran en una verdad fundamental y están organizadas en el
mismo patrón básico, existen variaciones según los requerimientos
evolutivos de los egos comprendiendo el cuerpo del estudiante. La
primitiva Iglesia Cristiana no fue la excepción a esta regla. Su música se
lograba “por medio de la visión angelical”, como fue tan bellamente
descrita en la época. En otras palabras, estaba bajo la dirección de los
Maestros de los planos internos, tal como representado en el Orfeo griego
quien fue tomado por los Cristianos como un símbolo de su Cristo.

Los antiguos, quienes bien entendían el poder y la magia de la música, se
daban cuenta que la nota clave musical de una composición era de
primera importancia, pues era por medio de esta nota-clave que una
composición musical se unía con los centros vitales de poder en los reinos
internos; y que la fuerza de tales centros era diseminada por medio de la
música en armonía con ellos. Ha quedado establecido que la primera Misa
escrita por el papa Gregorio estaba sintonizada con la nota clave musical
de la Canción del Ángel oída por los pastores en las colinas cerca de Belén
en la noche de la Natividad.

Las disonancias también fueron incorporadas a ciertas composiciones
seculares. Los Padres de la Iglesia de aquellos días las llamaban “notas del
demonio” porque los tonos disonantes producían un siniestro efecto
Mefistofélico. La música de la iglesia fue cuidadosamente protegida contra
esta influencia destructiva. Por eso, la música de la Iglesia primitiva era muy
parecida a la música usada en los Templos de Grecia y Egipto cuando se
celebraban los Misterios.

Hay tres centros receptores principales en el cuerpo humano. Uno de estos
se encuentra en la base de la espina; un segundo está en el corazón; el
tercero se localiza en la parte delantera superior de la cabeza. Aquellos
cantos originales fueron compuestos para chocar directamente contra
estos tres centros, designados por los escritores contemporáneos como
“Flores”. El motivo del Canto Gregoriano ha sido descrito como “un arco
musical, que sube, hace una pausa en el intervalo más alto, y después
desciende”.

El sagrado ministerio de la música había sido todo excepto estar sumergido
en la ola del denso materialismo que ha esclavizado al mundo desde
comienzos del siglo quince. Bach, Beethoven y Wagner han sido las luces
musicales más brillantes desde esa época, y se les debe rendir grandes
honores por su parte en mantener vivo el significado espiritual de la música.

San Agustín escribió con gran elocuencia de la manera en que la música
lo conducía hacia la verdad. Su famosa obra, De Música, ha sido
considerada el primer tratado Cristiano en ocuparse de la psicología de la
música. En ella también versa sobre varias otras fases de la música
esotérica, tales como el compás y la versificación que tienen que ver con
el poder del ritmo. Los poetas saben que cada pensamiento inspirado
entra a la conciencia en un ritmo peculiar para si mismo, como el latido de
un niño sin nacer. San Agustín se refiere al significado espiritual y eterno de
los números, en que la verdadera ciencia de la música tiene su inmutable
fundamento. El Canto de Sibila, un poema acróstico de veintisiete líneas
sobre la palabra griega Ichthus que significa pez, y se usa como
refiriéndose al “pescador de hombres”, el Señor Cristo, está registrado por
San Agustín. Las siguientes líneas son representativas:

Vele ahí el rey vendrá a través de las eras,

Enviado para aquí en la carne y juez al final del mundo.

* * *

LA MÚSICA
nota clave de la evolución humana
por

Corinne Heline

Traducido por el
Centro fraternal Rosacruz de Santiago,
Chile

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