jueves, 21 de octubre de 2010

MÚSICA DE LEMURIA



CAPÍTULO II

ORÍGENES PRE HISTÓRICOS
MÚSICA DE LEMURIA

Música…un tipo de idioma inarticulado, insondable, que nos conduce al
borde de lo infinito.

Thomas Carlyle

Los elementos de Fuego, Aire, Agua y Tierra son los más importantes en el
esquema evolutivo de la tierra; de hecho, sin estos cuatro elementos la
vida sobre este planeta sería imposible. El fuego fue el primero en ser
descubierto y usado por el hombre en los días de Lemuria. Fue, por lo

tanto, el elemento dominante relacionado con la raza Lemuriana y un
factor principal en sus creencias y ceremonias iniciáticas. La habilidad para
caminar sobre carbones encendidos y para sostener bolas de fuego en las
manos es un recuerdo fragmentario de los antiguos días aún retenido por
algunos pueblos primitivos.

La música que acompañaba a los Ceremoniales de Fuego Lemurianos era
salvaje y misteriosa, pues armonizaba con el ritmo de las flamas saltarinas.

En esta música tuvo su progenie el jazz, tan popular en el mundo de hoy. El
cuerpo de deseos del Lemuriano necesitaba un reanimador así los
Grandes usaban esta peculiar música rítmica para estimular su actividad.

En el curso de los años esta fuerza de fuego interno despertada condujo a
prácticas mal dirigidas que reaccionaron en las correspondientes fuerzas
de fuego planetarias, resultando en la destrucción del continente
Lemuriano por la acción volcánica.

Los seres humanos que habitaron la antigua Lemuria tenían muy poca
semejanza con los de nuestro tiempo. Durante la primera parte de esa
época, lejana por muchos millones de años, su forma corpórea fue
meramente embrionaria. En un largo espacio evolutivo pasó a través de
sucesivas transformaciones hasta que, en la remota Lemuria, hubo asumido
una forma algo similar a su presente entorno, aunque su textura era muy
diferente. Antes que condensara en substancia física los vehículos de esta
primera humanidad eran más bien tenues y plásticos. Podrían, de hecho,
ser considerados como casi una forma de sombra.

Por consiguiente, el cuerpo todavía no se había desarrollado hasta el
punto donde el ego pudiese llegar a habitarlo. Estaba sólo
magnéticamente unido a su cuerpo y se hallaba, por lo tanto, en un
estado libre que le permitía ir y venir a voluntad. La mente como hoy la
conocemos aún no existía. La humanidad infante – y era realmente infantil
– estaba bajo la dirección de las Jerarquías superiores, Seres espirituales a
quienes solemos llamar dioses.

No obstante, los primitivos Lemurianos vivían en estrecha armonía con la
naturaleza. Su vida estaba íntimamente entretejida con, y en efecto era
una parte integral de las mismas fuerzas de la naturaleza. Su vista interna
estaba abierta a las muchísimas actividades de las criaturas invisibles (para
nosotros) que conforman el lado vital de la naturaleza en su totalidad,
mientras su oído interno registraba las sublimes armonías con las cuales la
naturaleza se mueve, y en y a través de las cuales lleva a cabo sus
múltiples operaciones. Además, fue según las leyes que yacen ocultas bajo
la naturaleza que sus cuerpos originales se formaron, desarrollaron y
sustentaron.

Cuando la humanidad esté lo suficientemente espiritualizada para
reconocer la relación de la música con su evolución, descubrirá como las
armonías celestiales que emanan de las Jerarquías zodiacales, nuestros
guardianes estelares, ejercieron una formativa influencia en cada etapa
de su desarrollo; y que cada paso ha sido acompañado por la
orquestación celestial adaptada para cada proceso creativo.

El hombre en formación era bi-sexual. Las polaridades masculina y
femenina, ahora enfocadas cósmicamente en el Sol y la Luna
respectivamente, ejercían una influencia similar sobre los cuerpos plásticos
de la temprana humanidad. Pero esto fue en una época cuando la tierra y
la Luna todavía eran parte de la orbe solar. En una etapa posterior cuando
la tierra fue arrojada desde el Sol y, en una fecha aun posterior, cuando la
Luna fue lanzada desde la tierra, estas dos polaridades dejaron de tener
una expresión igual y balanceada en seres humanos individuales. Algunos
respondían sobre todo al polo positivo centrado en el Sol, mientras otros
respondían al polo negativo enfocado en la Luna. Eventualmente, esto
resultó en la división de la humanidad en dos sexos separados con el
hombre y la mujer apareciendo en escena.

Entonces fue que las armonías emanadas de las Jerarquías estelares
llegaron a diferenciarse en dos ritmos ahora conocidos como mayor y
menor. Los tonos mayores, masculinos en potencia y objetivos en carácter,
fueron proyectados a la humanidad por medio de la fuerza del Sol. Las
notas menores, femeninas en calidad y subjetivas en naturaleza, fueron
dirigidas a través de las fuerzas de la Luna. Mientras que el hombre hasta
ahora había evolucionado bajo los ritmos divididos de una sola escala, hoy
estaría sujeto a dos. Aquella que armonizaba con los tonos mayores
tendían a arrastrarlo a condiciones de creciente densidad; aquella que
armonizaba con los menores conducía su alma al más íntimo contacto con
los poderes del espíritu.

Como la Época Lemuriana estaba predominantemente bajo la influencia
de la Luna, su música armonizaba con los más sutiles matices menores. Era
una música extraña, lastimosa, sobrenatural. Sus ecos persisten en la
música de Java y otras Islas de los Mares del Sur, estas tierras son
remanentes del continente Lemuriano.

Podemos adivinar la naturaleza interior de cualquier pueblo si penetramos
inteligentemente en su música. Por ningún otro medio puede determinarse
con tanta exactitud la calidad de su vida y la etapa de su desarrollo. A
menos que seamos capaces de visualizar los cuerpos plásticos y fluidos de
aquellos primeros Lemurianos jamás entenderemos la influencia que la
música ejercía sobre ellos. Literalmente daba contorno y característica a
sus vehículos en desarrollo. Las envolventes fuerzas de la naturaleza fluían a
través de ellos sin impedimento alguno. Vivían en medio de los gigantescos
árboles de su región, y sus poderosos bosques era áreas sagradas en
donde se observaban los festivales de estación. Los ritos Iniciatorios de sus
sagradas estaciones eran gloriosos eventos dispuestos para la música, es
decir, para la armonía de las esferas.

Los bailarines del Templo Lemuriano duplicaban los movimientos y ritmos de
los orbes celestes, su “Música de movimiento” era audible para los devotos
danzantes. Ciertos centros espirituales o “luces” dentro de sus cuerpos eran
despertados por medio de estas danzas ejecutadas en la más sublime
reverencia y profunda devoción. Los bailarines eran siempre elegidos de
entre los más altamente evolucionados de los aspirantes del Templo.

Los Templos forestales eran para los Lemurianos su Santo de Santos. En estos
sagrados santuarios ocurrían los principales eventos de sus vidas. Estos eran
nacimiento, Iniciación o iluminación espiritual, y muerte – eventos que
correspondían a los tres pasos de desarrollo en todas las escuelas
esotéricas y a los primeros tres grados de las logias fraternales. Fue en los
Templos forestales y bajo la dirección angelical que la propagación de la
raza tuvo lugar a veces de acuerdo con los propios ritmos estelares, la
música de los cuales era audiblemente absorbida y transmitida a la
función de construcción del cuerpo.

Los sensitivos egos Lemurianos respondían especialmente al poder del
amor. La conciencia era continua ya que los egos aun no habían
descendido lo suficiente en la vida material para correr un velo entre los
planos externo e interno de existencia. Por eso, la muerte como nosotros la
conocemos era desconocida. Cuando los cuerpos habían cumplido su
período de utilidad eran desechados casi del mismo modo como algunos
animales periódicamente cambian sus pieles. Un cuerpo generado bajo
tales condiciones concordaba perfectamente con la propia nota estelar
del ego. Por el poder de esa nota podía renovar o eliminar su cuerpo a
voluntad. La enfermedad aun no se había convertido en una aflicción, así
la vida era un alegre canto y al tierra era todavía un reflejo del Jardín del
Edén.

Puesto que la raza Lemuriana estaba regida por la Luna, respondía
fuertemente a las fases siempre cambiantes de esa orbe. En época de
Luna Nueva y Llena se liberaban poderosas fuerzas así era entonces que
ellos observaban sus místicos ritos iniciatorios. Estos no estaban dirigidos a
los planos internos como ahora sino a los externos, ya que la evolución
Lemuriana dependía sobre todo del funcionamiento objetivo en desarrollo.

La música era un potente factor que los habilitaba para hacer un
necesario descenso en la materia. Con este descenso la diferenciación
entre los sexos se hizo más marcada, y se realizó a través de los ritmos
Mayores y Menores que acompañan a la Luna Llena y Nueva
respectivamente. En noches de Luna Nueva las fuerzas femeninas se
precipitaban a través de las menores celestiales; en noches de Luna Llena
las fuerzas masculinas se precipitaban por medio de las mayores.

Más tarde, cuando la humanidad Lemuriana había entrado de lleno a la
existencia física y cuando, al caer en la vida sensorial separativa del
mundo material, el nacimiento y la muerte marcaron las fases
diferenciadas de la existencia, la entrada a la manifestación física fue
acompañada por música adaptada a las armonías mayores; mientras la
entrada a los mundos internos, a través de la puerta que nosotros
llamamos muerte, armonizaba con los acordes menores.

Así vemos cuán profundamente cierto es que el hombre es un ser musical.

Su origen está en el Verbo pronunciado. Por el sonido fue sustentado y por
la música evolucionó. Lo que él registró subconscientemente en Lemuria un
día conscientemente lo sabrá. Entonces ya no considerará a la música
como un arte más o menos desprendido de la vida, ni pensará en ella,
primeramente como tema sólo para el deleite estético. En lugar de eso,
reconocerá a la música como un factor vital en la evolución física, mental,
emocional y espiritual de toda la raza humana.

* * *

LA MÚSICA
nota clave de la evolución humana
por

Corinne Heline

Traducido por el
Centro fraternal Rosacruz de Santiago,
Chile

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