jueves, 30 de septiembre de 2010

NARCISO, EL EGO HUMANO


NARCISO, EL EGO HUMANO


La referencia a la flor del Narciso trae a la mente otra leyenda, la del hermoso joven Narciso y de cómo la flor que ahora lleva su nombre lo llegó a adquirir. Narciso, de belleza similar a la de los dioses, era amado por la ninfa Eco, a la que él despreciaba, hasta el punto de que ella se fue desvaneciendo hasta no quedar de ella más que su voz, que aún se escucha, viajando, en los lugares solitarios siempre repitiendo la última palabra pronunciada en sus oídos. Para castigar a Narciso por su indiferencia, Némesis (el hado o la Ley) lo hizo enamorarse de su propia imagen al mirarse en un claro estanque. No siendo consciente de que se trataba de su propia imagen, languideció junto al agua víctima de su admiración hasta que, como Eco, penó por su amor no correspondido. Los dioses lo transformaron en la flor del narciso, cuyas propiedades narcóticas (de las cuales deriva su nombre de narciso) son un apropiado símbolo filosófico del sueño de los sentidos en el cual el Ego se sumerge cuando traspasa los portales del nacimiento físico. Desde un punto de vista exotérico, representa a Hades, el submundo de la Muerte, el sueño que no tiene despertar.

Esotéricamente, el estanque de agua clara es el Éter Reflector, en el que Narciso se ve a sí mismo reflejado. Este éter no es, tanto oculta como científicamente hablando, un verdadero éter, sino que pertenece más bien a los mundos mental y astral. Es la memoria subconsciente de la naturaleza, la Memoria de la Naturaleza, que recibe como reflejos las divinas ideas de los dioses (ángeles) y de los hombres, que luego se manifiestan exteriormente en el mundo material. Este éter se describe como tan claro y transparente que, la primera vez que el clarividente lo ve, parece estar completamente vacío, y se
requiere , un gran desarrollo hacia la iniciación antes de poder descifrar los secretos que se esconden en sus pliegues transparentes.. Como el agua, el éter reflector parece hacer fluir la conciencia hacia atrás en una corriente que es el Tiempo, con sus imágenes inmortales. Esta es la razón oculta de la aparente eficacia de la videncia a través del cristal. La bola de cristal ocupa el lugar del éter reflector y su único valor consiste en que es un soporte para la imaginación. El neófito, sin embargo, consigue ver directamente en el Éter Reflector con toda claridad, aunque esa claridad variará de acuerdo con las condiciones emocionales y mentales del vidente. Cualquier distracción emocional, buena o mala, enturbiará la percepción de la bola de cristal de la naturaleza, distorsionando o borrando la imagen en ella escondida.

La iniciación aspira al desarrollo de la clarividencia positiva y ello requiere disciplina y libertad en cuanto a la dependencia de ayudas externas.

Uno de los fenómenos más hermosos e interesantes de los planos internos es el del reflejo y de las imágenes que ocupan el lugar del Ego para representar su estado de conciencia.

Cuando el neófito aprende a situar su visión en el cristal de la conciencia de su mundo interior, se da cuenta de que la imagen de la personalidad desaparece y en su lugar hay una imagen simbólica de flores o árboles, pájaros o animales o insectos, paisajes terrestres o marinos, la salida y la puesta de las estrellas y del sol y la luna, en fin, toda la imaginería de la naturaleza se revela allí en los términos de la conciencia del ego evolucionante. Buda aparece representado como un amanecer en primavera; Jesús, como una puesta de sol en Pascua, encendido de lirios.

Aquí el narciso (relacionado botánicamente con los junquillos y los dafodelos) es el símbolo del sueño del espíritu, que no es malo por sí mismo, pero afecta a la humanidad de modo muy negativo en nuestro estadio actual de evolución. Un esotérico ha dicho que la humanidad sólo está despierta en el mundo físico en un cincuenta por ciento. Y nosotros sabemos que cuando alcancemos la conciencia total, veremos el mundo físico como realmente es, un reflejo divino del mundo de los dioses. Entonces Narciso será amado como el símbolo de la vida duradera del Eterno Femenino.

Entre los cristianos esta flor está dedicada a María, pues ella libera para los sentidos mortales la celestial fragancia, característica de la conciencia de la virgen en los planos internos. María, como un gran adepto femenino, envuelve el aura terrestre con la fragancia de su "cuerpo del alma de lirio" en cada una de las cuatro sagradas estaciones y el respirar el Narciso aproxima más a nuestros sentidos físicos el perfume etérico.

Se dice que muchos pueblos antiguos, los griegos entre ellos, creían que la imagen de un espejo o cualquier imagen reflejada era el alma de un hombre. Y que soñar con la propia imagen reflejada era signo de muerte.

Como la iniciación es una pequeña muerte, el neófito recapitula muchos ritos de muerte y fantasías en forma de simbólicas imágenes de Narciso. La visión de la imagen del propio cuerpo, como en el caso del iniciado rosacruz Goethe, es muy común, realmente esencial, alcanzado cierto grado de desarrollo.

Por tanto, la historia es un aviso para el hombre lego, contra las narcotizantes ilusiones de los sentidos corporales, que hacen al Ego insensible a las cualidades superiores de la mente y del alma. Al neófito le advierte contra el amor propio cuando se hace capaz de percibir las imágenes de la vida del alma. Esas imágenes astrales son verdaderamente narcisistas, pues son el reflejo simbólico del estado de conciencia del propio neófito.

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del libro LA MITOLOGÍA Y LA BIBLIA por Corinne Heline

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