martes, 28 de septiembre de 2010

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Los Cuatro Ministros Cósmicos
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En capítulos anteriores hemos discutido el trabajo que realiza cada uno de los cuatro grandes Arcángeles durante el transcurso de sus respectivas Estaciones Santas, pero se hace necesario observar algunas de las obras por ellos ejecutadas continuamente durante el año, pues dicho trabajo no está limitado a una Estación. Cada uno de ellos tiene una Estación en la cual su poder es dominante; pero todo el trabajo está fluyendo incesantemente desde los altos planos cósmicos hacia los más bajos de la naturaleza, tal como Cristo hace Su descenso y ascenso y el hombre su ciclo de renacimiento. La Estación en que uno de los Arcángeles domina es en cierto sentido el tiempo en el cual se puede decir que él está encarnado sobre la Tierra; durante las demás Estaciones aquél está operando desde alguno de los cuatro planos cósmicos que incluyen la evolución humana. Así que el trabajo de los cuatro Arcángeles es incesante; es un intercambio de fuerzas desde el final de una año hasta el siguiente. ellos están en el centro de la Tierra en todas las Estaciones y todo el tiempo, pero en armonía con las fuerzas cósmicas que se entretejen de una estrella a otra, uno de ellos está más en evidencia que los otros en cierta Estación dad. Ellos trabajan al unísono, más no separadamente.
El cambio de fuerzas de uno a otro de estos Arcángeles es parte del flujo y reflujo de las mareas magnéticas del universo. Pero la Tierra es una esfera y cuando es invierno en algún lugar de la superficie del planeta, es verano en el otro y cuando acontece el otoño en un sitio, es primavera en otro lugar. Y así son todas las gradaciones en las Estaciones de una latitud a otra. Astronómicamente, no obstante, el Sol cruzando el Ecuador se mantiene como un hecho aislado cósmico, y en el mundo anímico, su significado permanece como una Idea o concepto cósmico; y los mismo es cierto para los Solsticios.
Los Grandes Misterios de la Iniciación Cristiana son más bien astronómicos que geográficos, pero los elementos de la geografía no son ignorados, pues las costumbres mundiales asociadas con los aspectos estacionales de los Festivales Sagrados de hecho reflejan la Verdad eterna que es conocida como referente a los mismos en el mundo anímico.
Sin importar cuál constelación ocupe el Sol en el Equinoccio o Solsticio, cada uno de los cuatro Arcángeles que rigen los Festivales es conocido por su título antiguo – Gabriel, Raphael, Uriel y Michael–. Pero como la Tierra es una esfera, el arcángel "oculto" que preside el Portal opuesto de aquél que el Sol ocupa, continúa brillando a través del globo terrestre, y sus fuerzas, por ello, interactúan en los planos internos con aquellas del arcángel que gobierna la Festividad. Al igual que el Querube de la visión de Ezequiel, que poseía cuatro rostros y no se volvía al caminar sino que siempre daba el frente, así cada uno de estos Arcángeles es un aspecto del Ser Cósmico y cuando uno es invocado los demás contestan, sin importar cuál Rostro esté vuelto hacia la Tierra. El hombre sólo ve un Rostro en cada Estación, los otros Rostros están ocultos para él por la masa planetaria.
Así, cuando en el Solsticio de Invierno la Tierra es impregnada por la poderosa corriente de amor emanada por el Arcángel Gabriel y todos los corazones se regocijan en la estación Navideña, los planos internos están bañados con el rayo de la belleza de Uriel; y cuando el Discípulo entra en el Templo para participar del ceremonial de la Noche Santa son estos Ángeles de la belleza quienes le atienden y despiertan dentro de él aquel arrobamiento por el Cristo Niño. Fue sobre dicho augusto Ceremonial del Solsticio de Invierno al que se refiriera un escritor antiguo cuando dijo: "El Neófito vislumbró la visión de una bóveda brillando en medio de las tinieblas bajo la Tierra. Entonces, a medianoche, contempló el sol llameando con brillante luz y entró a la presencia de los dioses (Ángeles) arriba y de los dioses (Ángeles) debajo."
Durante la Época del Solsticio de Verano, por el contrario, es Uriel quien se alza delante del abierto Portal de la constelación de Cáncer y es su belleza la que es reflejada en la radiación del Verano; mientras que en los planos internos Gabriel recibe al candidato a la Puerta del Templo para conducirlo al Festival del Amor del Cristo Ascendente.
Asimismo, en el Equinoccio de Primavera, cuando Raphael custodia el Portal de Aries, derramando su rayo energético sobre la Tierra, Michael, es quien está dentro del Templo en los mundos anímicos y es su valor espiritual el que inspira al candidato en los sacrificios de la Cuaresma que precede al ceremonial de la Pascua de la Vida Resucitada.
Pero cuando viene el Otoño otra vez sobre el mundo y el Espíritu de Cristo desciende de Su hogar celeste para reasumir una vez más Su sacrificio anual; cuando Michael se coloca delante del Portal de Libra exigiendo discernimiento y renunciación del iluminado candidato, es cuando Raphael resplandece dentro del Santuario de los mundos internos y es su emanación curativa la que desciende sobre el candidato cuando éste toca el borde de una nueva y resucitada vida del alma. Si la espada del juicio que clamó por la renuncia dejó débil el alma del aspirante, dolida y triste, la copa de sanidad de Raphael le trae paz y fortaleza.
Ha sido una creencia errónea por largo tiempo en el Mundo cristiano que los magníficos ceremoniales de los antiguos Misterios, ligados a dichos momentos y Estaciones, fueron totalmente paganos y anticuados frente a la práctica de la arribante religión Cristiana.
Pero nada está más lejos de la verdad. Fue un instinto certero el que causó que las antiguas civilizaciones retuvieran tanto como fuera posible el primitivo sentido de identificación con la naturaleza, pues el hombre aún no ha trascendido el tutelaje de su antigua Madre y su hueste de asistentes, visibles e invisibles.
Los Misterios han, quizá, perdido su viejo ropaje; pero el nuevo vestido cristiano, que se revela al candidato por medio de la Meditación y Contemplación, es puro y perfecto; sin costuras, transparente, el velo con cual el Alma de la Tierra es envuelta, oculta por aquella Claridad que parece no ocultar nada dentro.
En el interior de este velo de cristal que revela todo a quien ha merecido el derecho de ver, pero que todo lo oculta a cualquier otro, el Drama Cósmico se repite de edad en edad. Y cuando meditamos sobre dicho Drama, como meditamos sobre las verdades que se muestran en las tradiciones, las artes y en los sitios secretos del alma, comprendemos con profunda reverencia las palabras de San Pablo: "En El vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser."
Desde el comienzo de los tiempos el Drama antiguo ha mostrado la Vía que conduce al Monte de la Consumación en Cristo. Los verdaderamente sabios entre los antiguos comprendían esto y es por ello que los Ceremoniales que crearon fueron profecía y promesa de Gran Completamiento. Por eso escribieron: "Dios no se quedó sin testigos durante las edades, pues el Espíritu Santo trabajó por medio de los sistemas paganos, preparando al mundo para cosas mejores que estas". Y también se ha dicho que Cristo es el heredero de los tiempos, y por ello el sistema de Rituales de los Misterios pre - Cristianos
reflejó el esquema divino de la redención de la raza humana y su última reunificación en Dios.
El fastuo celestial continúa siendo reflejado en la siempre cambiante belleza de Natura; la calma, el blanco silencio del Invierno, la exuberancia y creciente alegría de la Primavera, la belleza lujuriante y completa del verano y la tierna y dorada melancolía del Otoño; pues la Naturaleza es Dios manifestado,

 y Las Estaciones sin fin,
Que tan ligeras vienen y van,
Son milagros de sabiduría
Que los hombres no comprenderán.

Finis.
* * *
del libro "Portales Estelares"

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