miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Sendero del Discípulo - en you tube -


Capítulo IX
El Sendero del Discípulo
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Hemos visto que para el Neófito, la Noche Santa marca el Nacimiento del Cristo Niño en su interior; esto es, el se reconoce como un verdadero Hijo de Dios. Este es el conocimiento que le abre el sendero del Discipulado. Como Discípulo, a través de continuos ciclos de luz él se prepara para la liberación – de esta casa prisión que es el cuerpo – no por la muerte, sino por la Iniciación, cuando por propia voluntad vuela libre dentro de las más altas esferas de conciencia. Para el discípulo, por ello, el supremo objetivo de la Noche Santa es la condición o estado del Iniciado.

El Globo Terrestre está por esa fecha tan penetrado por el Fuego de Cristo, que cuando es observado con la visión espiritual desde el espacio exterior aparece como una poderosa bola de luz dorada girando en su órbita en derredor del Sol. Esta es la Luz de Cristo que hace posible la Iniciación a toda la Humanidad, no como antes de Su Venida, limitada solamente a los sacerdotes y algunas familias reales.

El Discípulo no ha dejado internamente tras de sí al Pesebre cuando llegó al sitio de la Iniciación. Para el Neófito el Pesebre simboliza el sitio donde son alimentadas las bestias de los sentidos inferiores y dicho Pesebre debe ser limpiado de estas bestias y ser acondicionado para el Niño. Únicamente por medio de la Purificación y de la Transmutación de las fuerzas inferiores podrá nacer el Niño dentro del alma.

Para el Discípulo que se ha hecho a sí mismo merecedor de las Iniciación, el Cristo nace también en un Pesebre, pero está localizado en la cabeza y formado por dos órganos espirituales, la glándula Pineal y el Cuerpo Pituitario, que cuando despiertan forma la nueva estrella mística que resplandece sobre la cabeza, como la hemos visto pintada en muchos cuadros donde aparece el Maestro Jesús.

Entre los antiguos, la voz "pesebre" significaba luz. Por la luz de la mágica Estrella de Navidad refulgiendo desde el interior de su cabeza, el Discípulo sigue el estrecho camino al Corazón de la Tierra. Ha encontrado el camino a la Capilla Interior donde escucha a los jubilosos Ángeles cantar a coro los Himnos Iniciáticos.

Mientras el victorioso Discípulo es guiado por los Salones de Luz por la música triunfante de los Ángeles, él ve en los rollos eternos de la Memoria Etérica de la Naturaleza el sublime retrato de esta Tierra como será cuando hayan cesado las guerras y la gloria de una Paz interminable prevalezca. El comprende entonces el sentido del canto
Angélico que resonó sobre Belén en la primera Noche de Navidad de: "Paz en la Tierra y entre los Hombre Buena voluntad"; ahora la descubre también en la nota clave del planeta que resuena continuamente desde Su Santuario Central y es el mismo canto que proclama igual verdad: "Paz en la Tierra y entre los Hombre Buena Voluntad." Y según se acerca la mística hora de medianoche en la que las Fiestas Santas tienen su culminación, él es elevado en una llama gloriosa y bañado en el refulgente rayo de un Sol que brilla en las tinieblas. Grandes olas de fulgurante luz se derraman sobre él, los sublimes coros lo inundan y dentro del esplendoroso interior de aquel Sol él ve la figura de Cristo iluminada y escucha su tierna y comprensiva voz diciendo: "Bien hecho, fiel y buen siervo; entra a disfrutar de la alegría de Tu Dios".

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del libro "Portales Estelares"

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