miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Jardín Mágico, o la Colina de la Madona - Experiencias personales de la Autora - en you tube -

Capítulo XVII
El Jardín Mágico, o la Colina de la Madona
Experiencias personales de la Autora
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Hay un pequeño poema que dice más o menos así: "Estoy más cerca de Dios en un jardín que en ningún otro lugar de la Tierra"; y esto es literalmente una verdad, pues quien una vez aprende a comulgar realmente con la naturaleza está en un atonamiento o sintonía con Dios. Pues la naturaleza no es sólo el trabajo de Dios, es también Su manifestación.
Entre las maravillas de la Creación de Dios una de la mayor son los árboles.
Joyce Kilmer dice: "Los tontos como yo hacemos poemas, pero sólo Dios puede hacer un árbol". Tal cual éste son los pensamientos inspirados en la meditación sobre los árboles que crecen en el jardín de la Colina de la Madona.
Cerca de la puerta de entrada se alzan dos graciosos pequeños abedules blancos. Ellos extienden sus brazos cubiertos de hojas dando la bienvenida a todos los que cruzan por la puerta y derraman una lluvia de bendiciones aquellos huéspedes que parten.
Estos árboles, por ello, tipifican el espíritu de la bendición. Mas los árboles contienen mucho más de lo que vemos con la visión físico. Cuando estudiamos el árbol con la visión interna, vemos un enteramente nuevo proceso de vida, pues cada árbol es el hogar de un grupo de espíritus de la naturaleza que nosotros llamamos "hadas". Estos pequeños seres derraman renovadas corrientes de vida en las raíces. Ellos penetran en su interior y remodelan el contorno del tronco y de las ramas. Construyen y dan color a las hojas y los botones. Los pequeños seres que habitan los abedulillos están vestidos con el más exquisito verde delicado y resplandecen según entran o salen en sus variadas actividades, emanando una suave neblina plateada.
Cerca de la casa se alzan los cipreses majestuosos, ellos extienden sus tupidas ramas por sobre la casa para protegerla no sólo contra las tormentas y los agobiantes vientos del invierno, sino además contra las corrientes astrales negativas o destructivas. Los seres diminutos que habitan esos árboles son muy solemnes y serios en su comportamiento según van realizando su trabajo. Ellos parecen reflejar toda la majestuosa gravedad y misterio de estos árboles antiguos cuando trazan sus ancestros hasta los días de la Lemuria y Atlántida.
Regidos por Saturno tienen la seriedad saturnina. Estos árboles representan el espíritu de protección.
Cerca de la fuente se alza un viejo y torcido sicomoro. Este árbol sin duda una vez fue alto y recto, en aquellos días en que los indios rondaban por estas colinas sin ser molestados; pero ahora está doblado e inclinado por las tormentas y la fuerza de los vientos de innumerables inviernos. Mas aún permanece inmóvil y desafiante. El representa, por ello, el espíritu del coraje y el valor. A menudo, cuando los problemas de la vida han pesado dolorosamente sobre mí, he disfrutado el comulgar con este amoroso árbol viejo y siempre me he alejado de él con renovado coraje. Todas las criaturas que viven en este jardín de hadas parecen encontrar en este querido árbol su más agradable punto de reunión. Es aquí donde se reúnen en las noches de Luna Llena y en las de las Cuatro Sagradas Estaciones cuando las vibraciones de la Tierra son particularmente elevadas. Ellos parecen reflejar esas corrientes vibratorias en un éxtasis de juegos. Corren, cantan y danzan jugando de arriba a abajo por el tronco del encorvado árbol hasta que parece convertirse en una montaña rusa del Reino de las Hadas. Danzan y se revuelven una y otra vez, a veces cinco o seis sobre una hoja y se acercan tanto al borde de ésta que he contenido el aliento esperando verles caer. Mas ciertamente flotan en el aire como una araña que pende de su invisible filamento.
Un poco más allá está la bella jacaranda. Este árbol tipifica el espíritu de la belleza. Es aquí a donde vengo para hacer mi trabajo creativo, pues en alas de la belleza podemos aprender a unirnos con los planos altos de la Verdad. Como dijera Keats: "La belleza es la Verdad. Verdad es belleza; ello es cuanto conozco y necesito conocer". Los pequeños seres que habitan este árbol son tan delicados y tenues en el contorno de sus formas que son escasamente discernibles mientras se mueven entrando y saliendo por el entretejido follaje o colgando de los dentados pétalos purpúreos de los bellos capullos. Sus cuerpos parecen estar totalmente formados de una suave e incandescente luz.
Luego están los cítricos –el naranjo, el limonero, la toronja y la lima– con su exquisito aroma, sutil, estimulante y dulce a los sentidos. Ellos representan el espíritu del recuerdo; el recuerdo de nuestros bien amados que pasaron a la otra orilla. Maëterlink dijo que en cuanto pensemos en nuestros amados fallecidos, estos responden a nuestros pensamientos y de ese modo también piensan en nosotros. Y es a través del puente del recuerdo que aprendemos a comunicarnos con ellos si lo deseamos.
También hay otros árboles frutales –el manzano, la nectarina y el melocotonero – Estos simbolizan el espíritu de fidelidad y constancia, pues no hace diferencia el que sus ramas estén casi secas y deshojadas durante los meses del invierno, pues sabemos que inevitablemente al llegar la primavera con su primer aliento cálido ellos vestirán sus túnicas blancas o de tenue rosado. Los pequeños que viven y trabajan con las flores de estos árboles están vestidos en sus correspondientes tonos. Por ejemplo, un hada trabajando en los blancos pétalos del florecido manzano está vestida del mismo luminoso blanco como el botón, mientras que otra trabajado en la dentada rosa del melocotonero viste del mismo color rosado. Aunque aparentan trabajar en una muy estrecha proximidad unos con otros, nunca parece haber la menor fricción o discordia. Todo su trabajo es realizado con la mayor alegría y en perfecta armonía y cuando el botón se ha completado, estos pequeños seres parecen suspenderse momentáneamente sobre aquel como si estuvieran bendiciendo su pequeña creación – y esta es la lección que los humanos deben aprender de la labor del pueblo de las hadas, el bendecir y elogiar toda obra terminada antes de entregarla para el mundo.
Más allá, sobre estantes, está el gracioso pimiento, una verde fruta goteando hojas. Esta planta simboliza el espíritu de la oración. Todos sabemos que fuimos enseñados a orar por nuestros amados fallecidos, pero quizá no nos demos cuenta que ellos también han sido enseñados a orar por nosotros y que nuestras oraciones ascendiendo de la Tierra al Cielo forman el luminoso puente por el cual los Ángeles cruzan para esparcir su Amor y Bendiciones sobre el planeta. En noches como esas de la Luna Llena y las de las Santas Estaciones, las vibraciones espirituales alcanzan su ápex y los luminosos seres angélicos descienden a la Tierra uniéndose con el Reino de las Hadas también en su trabajo de embellecer la naturaleza.
Y, por último, se alza el majestuoso cedro de indias, símbolo del espíritu de esperanza, pues este es nuestro árbol de Navidad. Durante el año entero el levanta sus ramas en anticipación del momento cuando sean iluminadas en honor del Cristo Niño y cuando la Santa Estación se acerca y la gran estrella de esperanza es colocada sobre su más alta espiral, una irradiación le envuelve extendiéndose hacia abajo hasta las mismas raíces y se expande en todas direcciones. Esta es la Luz de Gloria que nunca descansa en tierra o en mar de la cual habla el poeta; y es en éste, su esplendor refulgente, que las pequeñas hadas vienen y se postran, círculo tras círculo, hilera tras hilera, bajo las grandes ramas del árbol iluminado, pues ellas también dan homenaje al gran Señor del Amor y la Luz cuya Gloria está entonces envolviendo la Tierra. Y los pequeños seres se arrodillan en reverencia y adoración bajo este árbol mientras, arriba en la brillante niebla etérica, el sublime coro Angélico está cantando una y otra vez: "Paz en la Tierra y buena voluntad entre los hombres".
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del libro "Portales Estelares"

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